Encuentro en el CEIICH sobre formalidad laboral y deberes fiscales

La pandemia evidenció un claro y creciente proceso de pérdida de condiciones laborales adecuadas, pero también aceleró la revolución digital y muchas transformaciones que ya se vivían desde antes de la crisis sanitaria como la proliferación de nuevas formas de trabajo asociadas a las plataformas digitales, es el caso de los repartidores por aplicación, consideraron especialistas participantes en el seminario Ciudadanía, Nuevas Precariedades y Acción Colectiva. Los Repartidores de Plataformas Digitales.

Gaceta UNAM.
Guadalupe Lugo.

En el encuentro organizado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), Lucía Álvarez Enríquez, de dicha instancia universitaria; Sofía Scasserra, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina, y Graciela Bensusán Areous, de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, reconocieron que este tipo de empleos son esenciales; sin embargo, sólo son formales fiscalmente y precarios en lo laboral.

Lucía Álvarez consideró que la precarización e informalidad son dos fenómenos que se complementan todo el tiempo y están cada vez más presentes en el mercado laboral formal e informal, tanto en el sector público como en el privado.

Resaltó que con frecuencia es más aguda la precarización de los trabajos formales, pues están más sujetos a cambios y ajustes que la informalidad, es algo que ha evidenciado la pandemia; no obstante, también en las últimas décadas se ha registrado una tendencia a la eliminación progresiva de lo que podríamos llamar empleo “bueno”, es decir, estable y la recuperación de una ocupación “mala”, cada vez en peores condiciones.

Puntualizó que no sólo se han degradado las condiciones de trabajo, también el mismo valor de éste. Pero, curiosamente, los trabajadores de las plataformas del mundo digitalizado son de las personas que menos perdieron empleo en la pandemia; por el contrario, se incrementó por las necesidades que implica la crisis sanitaria.

Graciela Bensusán, por su parte, explicó que el caso de los repartidores de plataformas digitales es un nuevo modelo de negocios caracterizado por la intermediación tecnológica, en el que se procura excluir la responsabilidad del empleador, aunque eso ha sido consustancial a la historia del capitalismo, una continuidad entre una vieja y nueva precariedad mediada por la tecnología.

Mencionó que esta actividad tiene una connotación que es la oportunidad para facilitar su formalización, por ejemplo, en el caso de México estos empleados tienen que estar inscritos en la Secretaría de Hacienda, lo que los hace trabajadores formales desde el punto de vista fiscal y precarios desde la perspectiva laboral.

Señaló que como parte de un estudio realizado por El Colegio de México, mediante el cual se entrevistaron poco más de mil repartidores, una proporción importante de ellos tiene entre 25 y 40 años, son personas que únicamente se dedican a esta actividad, y sólo 20 por ciento trabaja y estudia; la tercera parte de ellos tiene dependientes a su cargo; 60 por ciento tiene preparatoria o más, y para ocho de 10 encuestados es su único empleo.

Asimismo, dijo que el efecto de la pandemia se hizo notorio porque más de 40 por ciento ingresó a esas labores en 2020, muchos concentrados en únicamente dos plataformas, y cinco de 10 lo conciben como un trabajo a largo plazo, “por supuesto, ello tiene que ver con la situación del mercado laboral en el país, marcado por la informalidad y bajos ingresos”.

Sofía Scasserra destacó que para que haya una verdadera revolución tecnológica debe haber un cambio de sistema, pero lo que se ve es una profundización del capitalismo. “El cambio se da porque apareció una nueva materia prima en la economía que son los datos y que es utilizada en todos los órdenes de la economía y que genera un nuevo capitalismo tecnoeficiente.

“El comercio electrónico le gana a la venta tradicional, Netflix y YouTube a la televisión tradicional, etcétera, porque tenemos siempre una versión tecnológica digital de todos los sistemas productivos que hace que esto vaya cambiando.”

La aparición del empleo de plataformas es resultado de una evolución del capital digital que obviamente trata de subsumir al ser humano y monetizarlo a través de la datificación y de la asignación de tareas en forma algorítmica en ámbitos laborales, aseveró.

“El nuevo desafío de este capitalismo digital es lo que llaman el capitalismo de vigilancia, es decir, el control digital algorítmico de los trabajadores que tienen que perseguir determinados estándares para complacer al algoritmo y se le asignen más tareas al día siguiente”, prosiguió.

Dicho proceso es lo que lleva a que el ser humano esté cada vez más imbuido en un paradigma de control social en donde se espera que nos comportemos casi como máquinas al estarnos observando constantemente a través de datos, apuntó la experta.

A los trabajadores de plataforma se les vendió la idea de ser su propio jefe y un paradigma emprendedor, cuando en realidad la gestión de su tiempo la hace una plataforma digital; el algoritmo le indica que no es libre, que es un insumo productivo disponible a cualquier hora, momento y lugar.

INCORPORACIÓN AL IMSS

El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) firmó con las plataformas digitales de servicios de transporte de pasajeros y distribución de alimentos Beat, DiDi, Rappi y Uber convenios para difundir y promover la participación de usuarios conductores y repartidores en la prueba piloto para la incorporación voluntaria al Régimen Obligatorio del Seguro Social de personas trabajadoras independientes.

Bajo dicho esquema tendrán acceso a los cinco seguros del Régimen Obligatorio del Seguro Social (Enfermedades y Maternidad; Riesgos de Trabajo; Invalidez y Vida; Retiro, Cesantía en Edad Avanzada y Vejez; y Guarderías y Prestaciones Sociales) y podrán registrar a sus beneficiarios legales, como cónyuges, padres e hijos.

“DISCURSO EXPLOTADOR HORRENDO…”

Las acciones para evitar la propagación de la Covid-19 dejaron sin trabajo a millones de mexicanos. Ante la falta de oportunidades, las aplicaciones de servicios y su “economía colaborativa” se convirtieron en la única opción para más de uno.

Uber y Uber Eats, por ejemplo, registraron más de 300 mil socios que usaban las aplicaciones durante 2020, según comentó una de sus directivas a Forbes México (https://www.forbes.com.mx/negocios-rappi-didi-uber-socios-pandemia/), mientras que directivos de DiDi compartieron con la publicación que el número de repartidores de su división de delivery había crecido 150 por ciento en el segundo semestre de 2020 en comparación con el mismo periodo del año anterior y detallaron que a inicios de la pandemia tuvieron incrementos de 250 por ciento en el número de socios de semana a semana.

En su sitio web, Uber Eats promete que los socios repartidores pueden trabajar “sin jefes. Sin horarios. Ganancias cuando las necesitas”, lo que llevó a Mauricio de la O., a buscar ser uno de ellos a finales de 2019, cuando ante la falta de empleo la propuesta lucía particularmente atractiva:

“Me enteré por Internet, le entré por desempleo y la pandemia. Estuve de finales de 2019 hasta la mitad de 2020, primero en Uber Eats y después en Rappi”, comentó el joven repartidor. “Lo más feo fue esa fantasía que te venden al principio –yo no me la creí, pero la mayoría sí, sobre todo los que lo hacen de tiempo completo– de que puedes ser tu propio jefe, y es lo contrario, no tienes prestaciones, pero seguido te quieren embaucar con créditos que para la moto. Nada más incentivan la cultura del endeudamiento”, añadió.

Brayan Ce, quien estudia Ciencias de la Comunicación y también trabajó en DiDi Food, Rappi y Uber Eats entre 2019 y 2020, dijo en entrevista que la experiencia de conocidos lo llevó a trabajar en las aplicaciones; ellos le explicaron la dinámica del día a día. De inicio, sonó atractiva, después comenzó a aparecer el abandono laboral.

“La verdad, era bueno porque podía controlar mis horarios; sin embargo, del otro lado es malo, te arriesgas mucho, no tienes seguro; si te toca un accidente la aplicación no se hace responsable. Otra cosa mala es que los pedidos no te los pagan como debe ser, luego hay problemas con la aplicación y no hay buena ayuda. Varias veces me pasó que me bloquearon la cuenta. No pude trabajar, fui a sus oficinas y no me dieron respuesta, por eso dejé el empleo”, agregó.

“Te incentivan a ‘echarle ganas’, pero nada más es un discurso explotador horrendo porque al final el que pierde siempre eres tú: conforme ganas menos los servicios se van haciendo más largos. Creo que hay poca humanidad en ese trabajo. Cuando empezó la pandemia estaba bien. Se pagaba bien cada viaje y servicio, pero conforme avanzó la emergencia empezaron a pagar menos, por esa onda de los impuestos”, señaló Mauricio de la O., y continuó:

“Obvio no hay ninguna prestación laboral. Nada, absolutamente nada. No hay seguridad laboral en ningún sentido ni un seguro por si tienes un accidente. Si pasaba algo, te rascabas con tus propias uñas. Nadie se hace cargo de ti. Incluso, Rappi me cobraba cosas, si sale algo mal con el pedido la deuda se te genera a ti. Cuando empiezas a ganar menos por servicio, tienes que empezar a trabajar más para nivelar. Para que salga, había que pedalear unas 8-10 horas. Eso si es que hay chamba, porque a veces no sale nada.”

A su vez, Brayan mencionó que otros obstáculos que enfrentan se relacionan con ciudadanos de las colonias más opulentas de la ciudad. “Hay variedad de clientes. Algunos son buenos, dan buena propina, te tratan bien. Otros sí te discriminan; es por el lugar donde viven. Me mandaban mucho a zonas bien y se ponían con gran bronca, me querían revisar la mochila, que su pedido venía abierto, maltratado o incompleto, es lo que te empieza a causar problemas. Te reportan y eso te bloquea la cuenta por cosas que no tienes nada que ver, son problemas de los restaurantes”, argumentó.

Además, confió Brayan, deben cuidarse de la delincuencia: “Te arriesgas mucho en tu moto. No sabes a dónde vas a llegar, a muchos compañeros les han robado la moto porque les ponen un cuatro. Los roban, son los retos del diario, no sabes a qué destino vas a llegar o con qué persona. En mi experiencia es un buen trabajo, pero no es para toda la vida porque no ganas muy bien, es más un hobbie. Sinceramente, en mi experiencia, nunca me gustó”.

Mauricio, quien estudió la licenciatura en Artes Plásticas y Visuales en la Escuela Nacional de Escultura, Pintura y Grabado La Esmeralda, recordó que para “poder sacar unos 10, 12 mil pesos al mes, algo que podríamos decir decente, sólo puedes chambear en eso. Todo el día, todos los días, sin descanso. Lo peor es que si eres mano de obra calificada –muchos tienen carrera–, saben hacer cosas o le mueven a la compu, en otros lados te pagan mucho menos por hacer eso para lo que estudiaste. Esto es lo más ojete de todo el asunto.

“Si le preguntas a alguien que no terminó de estudiar, pon tú que llegó a la secundaria, la dinámica les parece una maravilla. Eso sí asusta, muchos se compran el discurso porque no hay más alternativas. Es una joda. Es trabajar tooodo el día sin familia ni amigos, sólo generando un puto sueldo más o menos decente sin nada a futuro. Precariedad brutal”, concluyó Mauricio.

Con información de Gaceta UNAM.

 

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