Aniversario del natalicio de Rosario Castellanos

Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 y es una de las escritoras mexicanas más reconocidas a nivel nacional e internacional. Combinó su labor creadora con la promoción cultural, la docencia, el periodismo y la diplomacia.  Dedicó una extensísima parte de su obra y de sus energías a la defensa de los derechos de las mujeres, labor por la que es recordada como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano.

Aproximadamente tres años antes de que tras una ardua y larga lucha feminista se reconociera en 1953 en México el derecho de la mujer al voto, una joven y desafiante Rosario Castellanos obtenía su título de maestría con un trabajo intitulado Sobre cultura femenina (1950), un texto que tiene como detonante la cuestión ¿Existe una cultura femenina? La interrogante busca reflexionar sobre qué lugar ocupan las aportaciones de la mujer en la cultura, así como pensar por qué las mujeres históricamente han tenido un lugar marginal en el ámbito cultural.

En este texto, que muestra a una Rosario Castellanos inquieta por combatir las conjeturas sobre la supuesta inferioridad de la mujer, debate ideas como la “miopía intelectual” de las mujeres y su destino al haber “sido creadas únicamente para la propagación de la especie”, argumentos ofrecidos por el filósofo Arthur Schopenhauer y que son analizados por Castellanos.

Asimismo, Castellanos muestra cómo para el filósofo Georg Simmel “la gran hazaña cultural de la mujer es el hogar”, pues la coloca como un eslabón en la transmisión de la cultura. Para Simmel el hombre es un ser activo y expansivo; mientras que la mujer se halla “por naturaleza” concentrada en sí misma y en su propia intimidad.

“Muchos autores han querido hacer de la mujer una especie de poder tras el trono o de diablo tras la cruz, y de la cultura una especie de enfermedad que, como la hemofilia, las mujeres no padecen, pero trasmiten”, señala Castellanos sobre estos argumentos, los cuales, según la propia literata, indican que las mujeres cultas o creadoras de cultura no son más que un espejismo, una alucinación o una pesadilla morbosa.

En su texto contextualiza lo que representa el mundo de la cultura para una mujer y sus intentos de ingresar en él, y dice: “Si planeo un trabajo que para mí es el colmo de la ambición y lo someto a juicio de un hombre, éste lo califica como una actividad sin importancia. Desde su punto de vista yo (y conmigo todas las mujeres) soy inferior”.

Además agrega: “El tema a discutir es que mi inferioridad me cierra una puerta y otra y otra que ellos holgadamente atraviesan para desembocar en un mundo luminoso, sereno, altísimo, que yo ni siquiera sospecho y del cual lo único que sé es que es indudablemente mejor que el que yo habito, tenebroso, con su atmosfera casi irrespirable por su densidad, con su suelo en el que se avanza reptando en contacto y al alcance de las más groseras y repugnantes realidades”.

Ante este aparente sistema cerrado, en el que las mujeres están imposibilitadas de ser partícipes del proceso cultural, Castellanos se interesa en la figura de la mujer contrabandista, de aquella que logró burlar los muros masculinos erigidos en torno a la cultura, mujeres como Virginia WoolfSafoSanta Teresa y Gabriela Mistral, mujeres que “violaron la ley” y que para Castellanos son el punto de discusión: ¿Cómo lo lograron? y ¿Cuáles fueron los motivos que impulsaron su creación cultural?

Por otra parte, incursionó con éxito en la novela, el cuento, la poesía y la dramaturgia. Obras como Balún Canán, Oficio de tinieblas, Álbum de familia o Poesía no eres tú son indispensables en la literatura mexicana, pues dan cuenta de dos aspectos que hasta entonces no habían sido tratados literariamente o se habían trabajado con una perspectiva sesgada: la mujer y lo indígena.

 

La autora cultivó con empeño y rigor la escritura creativa y periodística: dejó un sinnúmero de colaboraciones en periódicos y revistas. En su época no recibió la atención que merecía, sin embargo después de su muerte los estudios sobre su obra, el reconocimiento de sus ideas y compromisos, el interés de los lectores por sus libros ha ido en ascenso. Murió en Tel Aviv, mientras ostentaba el cargo de Embajadora de México. Sus restos fueron traídos a la Rotonda de las Personas Ilustres.

En “La obra lírica de Rosario Castellanos, publicada en periódicos locales de Chiapas, desde 1940 hasta 1949”, Yolanda Gómez Fuentes da cuenta de los primeros poemas publicados por Castellanos, escritos en la Ciudad de México pero enviados a publicaciones chiapanecas como El Estudiante. Cuenta Poniatowska que Castellanos “escribía diez páginas diarias en la madrugada al levantarse y decía que un escritor sin disciplina jamás llega a serlo. También jerarquizaba sus lecturas con severidad, de suerte que toda su vida era un fervor”.[13] Castellanos ejerció la escritura con el rigor de un oficio que exige práctica y constante pulimento en la forma.

Apuntes para una declaración de fe (1947) y Trayectoria del polvo (1948) son sus dos primeros libros, para Rogelio Guedea son “el abstract de su poesía posterior” a lo que después añade la ironía “que surgió para responder, quizá de forma inconsciente pero nada inveterada, a su propio escepticismo, o para paliar su cada vez más pronunciado pesimismo”.[14] A estos poemarios siguieron De la vigilia estéril (1950) y El rescate del mundo (1952), donde poemas como “A la mujer que vende frutas en la plaza”, “El tejoncito maya” y el apartado “Diálogos con los oficios aldeanos” amplían su perspectiva poética, hasta entonces ensimismada, hacia aspectos y personajes marginales y marginados de su realidad.

Al final de Poemas 1953-1955 (1957) aparece “Lamentación de Dido”, texto donde la autora emplea el recurso del monólogo dramático, al superponer su voz y su historia con la voz y la historia de la famosa reina de Cartago, que enamorada y despechada por la partida de Eneas se prende fuego a sí misma. El poema está escrito en versículos que por momentos llegan a ser prosa.

Materia memorable (1969) y En la tierra de enmedio (1972) son los libros donde se concentran los poemas más conocidos de Castellanos, como “Memorial de Tlatelolco”, “Bella dama sin piedad” y “Valium 10” por mencionar algunos. En estos poemas la ironía y el tono conversacional son rasgos determinantes. Para Rosa Sarabia, “la desautomatización de la vida diaria y sus quehaceres le permite a la voz poética de Castellanos promover una conciencia individual en status de sujeto con autoridad”.

Sus poemarios fueron reunidos en Poesía no eres tú (1972), que inevitablemente recuerda la rima de Bécquer, sin embargo Castellanos no deja lugar a la especulación y nos aclara que tuvo “un tránsito muy lento de la más cerrada de las subjetividades al turbador descubrimiento de la existencia del otro y, por último, a la ruptura del esquema de la pareja para integrarme a lo social, que el ámbito en que el poeta se define, se comprende y se expresa”.

Con información de  la Enciclopedia de la Literatura en México y Gobierno de México. Más información en Enciclopedia de la literatura en México.

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