Inicio del movimiento estudiantil de 1968 en México

En la década de los sesenta del siglo pasado, México estaba en el umbral de la prosperidad económica, la cual era perceptible en los países de occidente. Nuestro país gozaba de inversión extranjera constante, un alza de los salarios del 6.4 por ciento anual en términos reales y la inflación promedio se fijó en 2.6 por ciento durante el decenio; la clase media mexicana experimentó un ascenso en su nivel de vida sin precedentes, lo que permitió su acceso a bienes de consumo duraderos y a los modernos servicios de la época. En septiembre de 1964, Gustavo Díaz Ordaz comenzó su sexenio con un firme panorama económico, el cual se extendió durante toda su administración.

Al amparo de un discurso gubernamental basado en el orden, Díaz Ordaz ejerció el poder en medio de una atmósfera crítica y juvenil, donde se cuestionó, desde diversos ámbitos, el estado de cosas y en donde se ejercieron formas de expresión estética que escandalizaron no solo a los padres de esa generación, sino también a los mismos representantes de varios gobiernos en el mundo.

Un movimiento contra cultural enarbolado por las juventudes europeas occidentales y de los Estados Unidos; el amor y paz; el rock and roll; la liberación sexual; las melenas varoniles y las minifaldas femeninas (entre otras cosas) llegaron a México durante la misma década de los sesenta para ser apropiadas, resignificadas y reproducidas por los jóvenes mexicanos.

El gobierno de Adolfo López Mateos, que precedió al de Díaz Ordaz, enfrentó movilizaciones y protestas del gremio magisterial y ferrocarrilero. En ambos casos, desde las instituciones coercitivas del Estado mexicano, el gobierno emprendió la persecución de los líderes de los movimientos y aprisionó a muchos de ellos en el Palacio de Lecumberri –hoy sede del Archivo General de la Nación–; entre los que se encontraban figuras de oposición política como Demetrio Vallejo,[2] en quienes pesaban acusaciones sobre la comisión de delitos, como el de disolución social.

Al llegar Díaz Ordaz al poder, no había en el panorama político sindicatos disidentes que confrontaran al gobierno en turno; sin embargo, en el año de su ascenso a la presidencia de la República, el sector de los médicos protestó por el mejoramiento de condiciones laborales y salarios más dignos. La respuesta dada por la administración federal a la Alianza de Médicos Mexicanos y a la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos, organizaciones que encabezaron aquel movimiento[3], fue un botón de muestra del estilo que se adoptaría ante un eventual brote de inconformidad: la represión.

Asimismo, en las instituciones de educación superior, comenzaron a gestarse diversos movimientos estudiantiles en los estados de Puebla (1964), Morelia (1966), Tabasco y Sonora (1967), mismos que fueron reprimidos por el régimen con intervención del brazo armado del Estado, particularmente en el caso de las movilizaciones estudiantiles de las universidades de Morelia y Sonora[4]. Una creciente inconformidad por la falta de garantías políticas y por la escasa apertura democrática, comenzó a manifestarse en el sector estudiantil de nuestro país.

El 22 de julio de 1968, se presentó una riña entre estudiantes de una preparatoria incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México y alumnos de una Vocacional del Instituto Politécnico Nacional, en la plaza de la Ciudadela, Ciudad de México. La trifulca entre estudiantes fue sofocada con la intervención del cuerpo de granaderos de la policía del entonces Distrito Federal, quienes después de intervenir en el pleito, invadieron las instalaciones de la Vocacional 2, golpeando a varios estudiantes en el acto.

Con este evento daría inicio una de las batallas cívicas más importantes en México durante el siglo XX; la lucha por la apertura política y la democratización de la vida pública del país encontraría en el movimiento estudiantil de 1968 un importante referente.

Con información del Museo legislativo.

 

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