PIB en México aumentaría 22% si se incluyera a más mujeres en el mercado laboral: ONU

La participación de las mujeres en actividades productivas es fundamental para el crecimiento de la economía de cualquier país. Tan solo en México, si las mujeres participaran a la misma tasa que los hombres, el ingreso per cápita sería 22% más alto, mucho más de lo que se ve en otros países de la OCDE.

Además, si se implementaran políticas para aumentar la tasa de participación laboral de las mujeres en 0.6% al año (en línea con lo observado en España, Irlanda y Chile), esto contribuiría a la eliminación de la brecha de género en la participación laboral y llevaría a un crecimiento económico de 0.4% anual (ONU México, 2020).

Participación laboral de las mujeres en México

Es importante señalar que la participación de las mujeres en el mercado laboral varía según la localización geográfica, en relación con las tradiciones culturales, las oportunidades laborales y los esfuerzos políticos por coadyuvar a las mujeres a incorporarse al mercado de trabajo (Carrasco Bengoa, 2004).

No obstante, el patrón del empleo asalariado femenino puede distinguirse universalmente por tres características: las mujeres se concentran en ciertos sectores y ocupaciones (segregación horizontal); tienden a estar en posiciones en el extremo inferior de la jerarquía ocupacional (segregación vertical) y; las mujeres como grupo ganan menos que los hombres como grupo (McDowell, 1999).

En México, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) sobre la población de 15 años y más, en promedio en los últimos dos años la tasa de participación de los hombres es del 72.75%, mientras que la de las mujeres apenas rebasa el 40%, es decir, subsiste una brecha entre hombres y mujeres de más de 30%.

Adicionalmente, aun cuando tanto hombres como mujeres se insertan mayoritariamente en el sector terciario de la economía, las mujeres lo hacen en mayor proporción y principalmente en actividades relacionadas con el cuidado de otras personas, tales como comercios, servicios sociales y servicios diversos, contrario a los hombres que en este sector se insertan con más frecuencia en el transporte y las comunicaciones, así como servicios profesionales, financieros y corporativos (INEGI, 2021).

Dicha característica de la inserción femenina en el sector terciario llama la atención pues es un reflejo de actividades más “cercanas” a sus atributos reproductivos, esto es, el cuidado y el trabajo doméstico, ambos enfocados en atender a otros.

Patrones del empleo asalariado femenino

Los enfoques teóricos de las desigualdades de género en el mercado laboral se pueden dividir, en términos generales, en los que se centran en la elección individual y los que se centran en las limitaciones estructurales (Kabeer, 2012).

Consecuentemente, los factores que explican las tasas de participación femenina en la fuerza laboral se pueden dividir en aquellos que afectan la demanda de mujeres trabajadoras y los que afectan la oferta de trabajo por parte de las mujeres (ONU México, 2020).

Por el lado de la demanda, se consideran barreras importantes las expectativas sociales del género expresadas en la actividad económica, por ejemplo, la suposición de que las mujeres están mejor capacitadas para labores ligadas al cuidado y aquellas que implican menor esfuerzo físico, así como barreras legales, tal como la falta de una prohibición a empleadores potenciales del cuestionamiento sobre la situación familiar de una mujer durante el proceso de contratación.

Para la oferta, las barreras pueden ser características individuales o la falta de acceso a insumos productivos. En este sentido, las normas sociales y de género pueden tener una influencia significativa en los intereses y aspiraciones de las mujeres respecto a construir una carrera laboral y/o profesional, así como la disciplina en la cual hacerlo, mermando sus posibilidades y planes de vida.

Según datos de ONU Mujeres (2015), las mujeres tienden en mayor medida a realizar trabajos por los que no reciben remuneración alguna, tal como el cuidado de menores, personas de la tercera edad, personas con discapacidad y/o personas enfermas, y el trabajo doméstico.

Por consiguiente, las mujeres no pueden insertarse en el mercado de trabajo de forma adecuada debido al poco tiempo que tienen disponible, generando una reacción en cadena en su contra, ya que los ingresos que obtendrían por el trabajo remunerado serán menores y se insertarán en trabajos de baja calidad, muchos de ellos en la informalidad (CEPAL, 2020).

La necesidad de proveer cuidados

Entre los obstáculos a la oferta laboral de las mujeres uno de los más estudiados es la necesidad de proveer cuidados, en específico cuidado infantil. Las mujeres sin hijos y aquellas con hijos mayores tienden a participar más, mientras que la decisión de trabajar cambia sustancialmente después del matrimonio y la maternidad.

En relación con esto, la falta de confianza en los servicios de cuidado infantil es reportada como la razón más importante por la que las mujeres deciden no ingresar al mercado de trabajo u optan por alternativas de empleo, casi siempre informal, que les permitan estar en casa (CEPAL, 2021).

Asimismo, el uso de servicios de cuidado infantil puede ser bajo debido a limitaciones de demanda y oferta. En México, por ejemplo, sólo el 5 % de los niños entre cero y dos años asiste a guarderías, comparado con el 35 % en la OCDE (ONU México, 2020).

Empleo, empoderamiento y autonomía de las mujeres

Las reglas, costumbres, creencias y valores vinculados a la definición de lo femenino que asignan diferentes roles y responsabilidades a mujeres y niñas son clasificadas en la literatura como restricciones intrínsecas (Kabeer, 2012).

Entre ellas se encuentra la noción idealizada de que el lugar de las mujeres está en el hogar y por tanto salir a trabajar desafía este ideal.

Bajo este precepto, y como muestran las bajas tasas de participación femenina, es posible afirmar que la falta de ingresos propios a partir del empleo deja a las mujeres dependientes de la provisión masculina (tanto para ellas como para sus hijos) o las orilla a competir en los mercados en situaciones de desventaja (Espino & Sauval, 2016).

Asílograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas, como dicta el Objetivo número 5 de Desarrollo Sostenible, conlleva prestar especial atención a la división y patrones de género existentes en el mercado de trabajo, y a cómo en ese mundo las mujeres se encuentran en una situación de desventaja al tomar acción y decisiones dentro de una estructura delimitada por reglas y normas sociales.

Con información de Adylene Bueno Aguilar, analista para estudios económicos regionales en ONU-Habitat México.

 

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