La compasión, habilidad para ayudar a salir del desconsuelo
Ante la andanada de repercusiones emocionales en la salud, derivadas de los cambios en nuestra vida por la emergencia sanitaria, ser más compasivos que empáticos resulta la mejor forma para la estabilidad emocional. Así lo consideró José Luis Barrera Gutiérrez, académico de la Facultad de Psicología, quien aseguró que lo compasivo “está situado más arriba de lo empático.
Gaceta UNAM.
Leonardo Frías.
“La empatía es colocarnos en el lugar del otro, o el resonar en el sentir del otro; la compasión (que no tiene que ver con la lástima) es la habilidad para reconocer y salir del sufrimiento”, definió.
La diferencia entre ambas, precisó, consiste en la acción, la praxis, en ayudar al otro para que emerja del desconsuelo.
A nivel cerebral, explicó el universitario, cuando somos empáticos activamos estructuras como la amígdala, pero sigue ligada al dolor; en tanto, cuando somos compasivos, se involucra la corteza prefrontal y se impulsa el circuito de la recompensa, así como la segregación de hormonas que generan placer.
Barrera Gutiérrez apuntó además que al contar con las denominadas “neuronas espejo”, las cuales reflejan acciones básicas, como replicar (“contagiar”) un estornudo o un bostezo, esto también puede suceder con los estados emocionales.
“Es decir, también podemos ser empáticos en lo negativo, podemos autogenerarnos sensaciones de tristeza o de enojo debido a las mencionadas neuronas, incluso estrés empático”, agregó.
Atención plena
Al dictar la conferencia ¿La Meditación me Puede Ayudar a Mejorar mi Salud?, del ciclo UNAMirada desde la Psicología, José Luis Barrera expuso que, para estimular la atención plena compasiva, esta tiene entre sus técnicas cimentadas a la meditación, que no es poner la mente en blanco; se trata de un proceso activo muy diferente a la relajación, con procesos de focalización: “es familiarizar”.
“La atención plena compasiva sustenta los beneficios de la meditación y tiene mejoras en quienes la practican, en el sistema inmunológico, en la regulación emocional, el manejo de estrés, así como el cansancio y la apatía, además del mejoramiento de la memoria, concentración, y todo esto se liga a un estado de bienestar”, indicó.
El presente
El académico recordó que los humanos contamos con los sistemas nervioso central y nervioso periférico, el primero abocado a los denominados procesos superiores como el razonamiento y el lenguaje, y el segundo, a las reacciones de sobrevivencia.
La hiperactivación del sistema nervioso simpático, que forma parte del sistema nervioso periférico, agregó, genera un desgaste a nivel corporal y por ende una reducción en la calidad de vida.
“La cuestión es que estos cambios por estrés, no pasan únicamente ante peligros reales, sino también cuando nos enfrentamos a riesgos que no son tangibles, porque nuestra mente divaga, vuela con situaciones que ya ocurrieron o que aún no suceden”, resaltó.
Eso desencadena sintomatologías depresivas o ansiosas que pueden abordarse con terapias cognitivo conductuales de tercera generación.
“En éstas no hay pensamientos fundacionales que corregir, ya no se busca sino la aceptación a lo que se vive, poder enfocarnos en el presente, sin juicio y con asentimiento, sólo como observadores de lo que sucede, y así adoptar visiones más neutras de la realidad. Así es la atención plena”, finalizó.
Con información de Gaceta UNAM.↵
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