El trabajo en el hogar

El Inegi dio a conocer en julio de 2021, en el comunicado de prensa número 400/21, que “en 2020, el promedio del ingreso corriente trimestral por hogar fue de 50,309 pesos, a diferencia del promedio de 53,418 pesos observado en 2018, lo que representa una disminución de 5.8 por ciento.” Esto representa al mes un ingreso promedio por hogar de 16,770 pesos. El dólar americano está a 20.63 pesos mexicanos por unidad.

Con esa cantidad hay que pagar, agua, luz, teléfono, transporte, alimentos, en muchos casos renta y de lo contrario, predial, gastos médicos cuando no tenga medicamentos el sector salud, médicos particulares, en caso en que se busque una segunda opinión médica, vestimenta, en su caso, colegiatura, imprevistos, en muchos casos, pensión alimenticia y la lista sigue y sigue. En suma, no alcanza.

Por otro lado, de acuerdo con el propio Instituto en el comunicado 389/21 de ese mismo mes y año, 2.2 millones de personas de 15 años o más están ocupadas en el trabajo del hogar en forma remunerada, cifra que dijo, represente el 4% de alrededor de 53 millones de personas que trabajan.

Los sueldos que comunica el Inegi que se pagan a las trabajadoras del hogar en promedio son alarmantes 3,200 pesos mensuales, con 29 horas de trabajo a la semana promedio. Si los 3,200 pesos se dividen entre 30 que es el número de días promedio que tiene un mes, arroja la cifra de 107 pesos diarios. Con 107 pesos por día, se sobrevive, no se vive.

El Inegi señala que trabajan en promedio 29 horas a la semana. Suponiendo que solamente se trabajara entre semana, entonces serían casi 6 horas diarias, aunque la intuición dice que son muchísimo más que eso. Eso es prácticamente recibir el salario mínimo que asciende por 8 horas a 141.70.

No quisiera seguir con cifras para evitar el aburrimiento, pero lo que sí es necesario advertir es que es preocupante y delicado el tema del trabajo en los hogares porque no se respeta la Ley General del Trabajo. Esto se debe a que la ley se desconoce por el lado patronal y por el lado de las prestadoras del trabajo en el hogar.

La mayoría de las personas que trabajan en el hogar -el 88%- son mujeres -por eso, no se citan los datos de los hombres ya que representan un porcentaje mucho menor que el de las mujeres-.

Aun cuando la Ley Federal del Trabajo tiene un capítulo denominado “Personas Trabajadoras del Hogar” que el 2 de julio de 2019 tuvo adiciones importantes como la obligación de que el trabajo del hogar deba fijarse mediante contrato por escrito, que debe contener entre otras cuestiones el tipo de trabajo por realizar; la remuneración, el método de cálculo de la misma; la periodicidad de los pagos; las horas de trabajo; vacaciones y periodos de descanso diario y semanal y, entre otras cuestiones, el suministro de alimentos y alojamiento cuando proceda, lo cierto es que estas previsiones no se cumplen.

Por lo que hace al suministro de alimentos, el artículo 331 ter de la Ley Federal del Trabajo dispone que “los alimentos destinados a las personas trabajadoras del hogar deberán ser higiénicos y nutritivos, además de ser de la misma calidad y cantidad de los destinados al consumo de la persona empleadora.” Esta provisión se cumple en pocos hogares y si es que se respeta, llega a ser tema de conversación, como si se estuviera haciendo algo extraordinario en ello.

Tampoco se cumple el artículo 333 que establece que si las trabajadoras del hogar residen en el domicilio en donde realizan sus actividades deben descansar como mínimo por las noches 9 horas consecutivas y cuando menos deben tener un descanso mínimo diario de tres horas entre las actividades matutinas y vespertinas. La jornada laboral no puede ser mayor a 8 horas diarias. Así me podría seguir en los derechos de las trabajadoras del hogar pero tampoco tiene mucho sentido, lo que sí tiene caso es reflexionar sobre el tema.

Las mujeres que trabajan en el aseo, cocina o como cuidadoras de niñas y niños en los hogares, lo hacen sin duda por necesidad. Se ven orilladas a ello porque no existen las condiciones para vivir, en las comunidades de las que provienen o zonas en las ciudades en donde radica su familia. En realidad, el futuro lo veo complicado porque como evidenció el Coneval en agosto de este año -2021-, hay más pobreza y como advirtió el INEGI, hay menos ingreso promedio por hogar. Esto preocupa y por eso hago las siguientes reflexiones en torno al trabajo en el hogar.

Hay que partir de la base que toda persona, sin distinción alguna tiene derecho a la determinación de propio proyecto de vida. El de las trabajadoras del hogar se ve truncado porque ilusiones para alcanzarlo sí tienen como cualquier otra persona, pero piso parejo para salir adelante en la vida y medios para lograrlo, no lo tienen.

Las condiciones en los hogares deben ser de respeto, pero hay poco de eso, por ello, son necesarias redes para generar conciencia de la necesidad de que existan condiciones dignas en los hogares para que desempeñen su trabajo. E ir erradicando el trato diferenciado por estrato social, con el resto de las personas que habitan en la vivienda en la que trabajan. El trato diferenciado solamente evidencia la discriminación racial y por estrato social que tanto lastima.

En diciembre de 2018, la Segunda Sala de la Corte, declaró inconstitucional el artículo 13, fracción II, de la Ley del Seguro Social por considerar que violaba el derecho humano de seguridad social en condiciones de igualdad al excluir a las y los trabajadores del hogar de ser sujetos de aseguramiento al régimen obligatorio del IMSS, bajo el argumento de que violaba el derecho humano a la seguridad social en igualdad de condiciones.

Actualmente el IMSS se encuentra en la fase II que sigue siendo fase piloto para que los y las patronas afilien a las trabajadoras y trabajadores del hogar y con esto, puedan tener derecho a servicios médicos, hospitalarios y medicamentos, estar protegidas de riesgos laborales y una serie de prestaciones de seguridad social que están en las normas generales.

Sin embargo, al desconocerse estas obligaciones, solamente entre el 1.5 y el 3% de las empleadas del hogar están afiliadas el IMSS, por lo que las fases piloto para inscribirlas no han tenido eco o al menos no el esperado.

Sociedades tan dispares y divididas como la mexicana sin ánimo de reconciliación y con insultos permanentes solamente generan más zozobra y tristeza generalizada en la población que se siente en el ambiente. Hace falta generar un verdadero Estado de Derecho, Social Democrático, con el respeto irrestricto a los derechos humanos que genere condiciones de vida dignas para todos y todas, una clase media sólida con aspiraciones y proyectos de vida propios, que sea en la que esté sostenido el país como sucede en Canadá, Australia, Nueva Zelanda y en muchos otros países Europeos, en los que se respetan las diversas opiniones porque hay libertad de expresión sin efectos inhibitorios, así como condiciones de igualdad en derechos mínimos para alcanzar una vida digna para todos y todas, con el respeto a las diferencias entre las y los miembros de la sociedad.

Con información de Irene Valentina Dávila B., El Economista.

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