Trabajo de reparto: bajos ingresos, largas jornadas y sin prestaciones
Una persona repartidora en México gana, en promedio, 53 pesos por hora trabajada. Esto, sin seguridad social o prestaciones de ley, pero sí con varios riesgos durante su labor de entrega.
En una semana, un repartidor de aplicación —Didi, Rappi, Ubereats— percibe alrededor de 2 mil 85 pesos, por un promedio de entre 46 a 48 horas trabajadas. La propina representa aproximadamente 50% de sus ingresos.
Tal ganancia se encuentra por debajo del salario promedio en la Ciudad de México, pese a que durante 2021 el 28.8% de las personas que realizaron al menos un pedido de alimentos o bebidas por internet era de la Zona Metropolitana del Valle de México.
Así lo documentaron Oxfam e Indesig en el informe Este futuro no applica, en el que a través de entrevistas recolectaron testimonios de repartidores de todo el país, para conocer las condiciones en las que trabajan día a día.
Las ganancias de los repartidores son tan solo un porcentaje del costo de envío y dependen del medio que utilizan para realizar las entregas, así como de las distancias recorridas. Si usan bicicleta, se quedan con 35%; en motocicleta, con 30%, y en automóvil, con 25%.
“Sin embargo, esta ganancia no necesariamente refleja la prima de riesgo por los peligros y esfuerzos que llevan a cabo durante el proceso de entrega, particularmente si el tiempo de entrega es corto, si tienen que ir a lugares peligrosos o incluso si sufren algún accidente”, dice el informe.
Además, las personas repartidoras deben declarar ante el Servicio de Administración Tributaria (SAT) un impuesto del 8% sobre sus ingresos, lo cual significa que pagan entre 1.1% y 6.8% más que los grandes sectores económicos del país.
Sumado a esto, el 22% de las personas encuestadas reportó tener otros empleos además de repartir. Si su única fuente de ingreso fuera el trabajo de entregas, el 55% de los participantes no contaría con los ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas y las de sus dependientes. Dicho porcentaje sube a 63% en el caso de las mujeres.
Perfil del repartidor
Aun con un ingreso debajo del promedio y la alta cantidad de horas trabajadas, dedicarse a ser repartidor se considera una opción por lo precarizado que están los empleos en general, señala el informe.
“Impacta la percepción de que esta opción es mejor que las demás disponibles, sobre todo, considerando que pueden acceder personas con un nivel de estudios bajo y ejercer cierta autonomía sobre sus tiempos”.
En este sentido, el informe muestra que el 58% de las personas repartidoras tiene estudios de bachillerato o carrera técnica y el 24% estudió hasta secundaria. Solamente 16% de los repartidores tiene estudios profesionales.
Respecto de las razones por las cuales se dedican a la entrega de alimentos, los hombres encuestados aseguraron que fueron orillados por el desempleo y la necesidad de complementar ingresos. En el caso de las mujeres, la causa preponderante fue la flexibilidad de horarios.
“Las responsabilidades del trabajo de cuidados no remunerado, tradicionalmente cargadas sobre las mujeres, evidencian por qué la flexibilidad de horarios es su motivación principal”, indica el informe.
Riesgo para repartidoras: acoso en calles y domicilios
La mayoría de las personas repartidoras encuestadas aseguró que la paga que reciben no justifica los riesgos que corren.
Una situación a destacar es el acoso callejero al que se enfrentan las mujeres, que algunas describieron como “normal, lo de siempre”, aunque su nivel de exposición aumenta al estar más tiempo del habitual en la calle.
Por lo anterior, algunas evitan ir a ciertos lugares o trabajar de noche e incluso van acompañadas de otra persona. Además, a esto se suma el riesgo en los espacios privados.
“Varias de nuestras entrevistadas han vivido que quien recibe su pedido sea un hombre en ropa interior, desnudo o con el pene expuesto. Cuando tienen que entrar en un complejo de departamentos y no entregarlo afuera, se sienten muy vulnerables y temen que puedan ser secuestradas, con justa razón”, denuncia el informe.
Aunque algunas repartidoras llaman a soporte o dan dislike al cliente, no hay claridad en los protocolos de acoso o el proceso de seguimiento que se da al reporte.
Otros riesgos que enfrentan las personas repartidoras es ser asaltadas, ya sea mientras desempeñan su labor o fuera de esta, y ser desprovistas de sus medios de trabajo, frecuentemente comprados con sus propios recursos.
Un peligro más que destacaron los entrevistados son la vialidad y los accidentes de tránsito. Quienes han tenido accidentes denunciaron que no recibieron apoyo de la aplicación e incluso tuvieron que seguir trabajando con secuelas del accidente.
La labor de entrega durante la pandemia también involucra el riesgo de contagio de COVID-19. El informe documenta casos de personas repartidoras que se vieron en la necesidad de mentir cuando se contagiaron, para poder seguir trabajando ante una falta de incapacidad laboral.
Derechos laborales
A pesar de que la Ley Federal del Trabajo establece que las empresas deben proveer de equipo y material necesario para el trabajo, en las plataformas de entrega son las personas repartidoras quienes consiguen esos medios.
“(Deben) conseguir un celular que pueda correr la aplicación, la mochila térmica para transportar los pedidos, el impermeable cuando trabajan en la lluvia y la moto o bicicleta cuando no reparten caminando”, advierte el informe.
Además, siete de cada 10 personas repartidoras no tienen acceso a ningún tipo de seguridad social contributiva, acceso a la salud pública o seguro privado.
Tampoco tienen seguro en caso de accidentes. Algunas aplicaciones ofrecen un seguro “barato”, de cerca de mil pesos al año, para cubrir accidentes que les ocurran a sus repartidores mientras están conectados en un viaje a repartir. Esta desprotección hace que consideren injusto el que les cobren impuestos, cuando no se les ofrece seguridad social.
“Las plataformas de reparto se conducen como si realmente las personas repartidoras fueran simplemente asociadas valiéndose de su aplicación para contactar con otras personas que necesitan de sus servicios, por lo que no les ofrecen prácticamente ninguna protección social”, concluye el documento.
Con información de Arantza Ocampo, Animal político.↵
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