Ruta de atención en caso de violencia sexual. para trabajadoras del hogar

Si la violencia sexual contra las mujeres ha sido naturalizada, la que se ejerce contra las mujeres trabajadoras del hogar ha sido además desestimada. Con destacables excepciones, el cine y la televisión han transmitido escenas de acoso y hostigamiento sexual como si fuera algo cómico, han sexualizado a las empleadas con sus uniformes y han romantizado las violaciones sexuales en falsas historias de amor.

“Una vez que se cierra la puerta, ocurren múltiples tipos de violencia dentro de las casas, ¿y quién nos defiende?”, preguntó Julieta Martínez, directora de la Red Intercultural de Apoyo e Inclusión de Personas Indígenas en Nuevo León (Redmin). Ella es ahora activista de tiempo completo. Pero de los 11 años de edad a los 21 años, fue trabajadora del hogar migrante en Nuevo León. Es originaria de la región Huasteca Tenek de San Luis Potosí.

En el marco del tercer Encuentro Nacional de Trabajadoras del Hogar celebrado este miércoles, diversas organizaciones e instituciones del gobierno federal y de la Ciudad de México presentaron la Ruta de atención en caso de violencia sexual. Se trata de una breve guía para que las empleadas del hogar identifiquen si están siendo agredidas sexualmente, en caso de que no lo tengan claro, y que luego sepan qué hacer, a dónde dirigirse, dónde denunciarlo.

El documento fue desarrollado por el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB), en colaboración con trabajadoras del hogar e instituciones públicas, como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), cuya titular, Nadine Gasman, estuvo presente en la conferencia de prensa.

Sin quitar el dedo del renglón para que más derechos laborales básicos les sean reconocidos y garantizados, también hay que promover sus derechos sexuales y reproductivos, dijo Friné Salguero, directora del ILSB.

Para darnos una idea de la gravedad de la violencia sexual, la antropóloga feminista citó un dato aterrador: según un estudio que la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlactraho) realizó en 2003, el 96% de las trabajadoras encuestadas había sido víctima de “relaciones sexuales forzadas” en el ámbito laboral.

El documento de Conlactraho indica que “una quinta parte de todas las trabajadoras ha tenido que enfrentar situaciones de violación sexual (…) las trabajadoras del hogar son vistas como un objeto, dispuestas a uso o abuso cuando así lo desean los hombres”.

En 2021, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred) levantó una encuesta local sobre el trabajo del hogar, en la que el 18% declaró haber sido víctima de abuso, acoso o violencia en su empleo. Pero apenas el 5.2% lo denunció.

Friné Salguero comentó que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las empleadas del hogar están expuestas a:

Acoso y hostigamiento sexual
Contacto corporal de naturaleza sexual no consentido durante su jornada laboral
Solicitud de vestir ropa con connotación sexual mientras trabaja
Ofrecimiento de dinero o incrementos salariales a cambio de relaciones sexuales
Comentarios no pedidos sobre su aspecto físico
Amenazas de despido por no acceder a conductas sexuales
La ruta para la atención especializada

Todo lo que implica el empleo en un hogar ajeno, donde la inspección laboral no entra, así como la identidad de las trabajadoras —mujeres, indígenas, afrodescendientes, migrantes, pobres— dificulta que las agresiones sexuales sean denunciadas.

“Las trabajadoras del hogar padecemos violencia psicológica, manipulación, humillaciones, hostigamiento y violación sexual, nos prohíben los alimentos, nos reducen el salario cuando quieren, nos cobran si se llega a romper algo o nos descuentan por el lugar donde dormimos si somos trabajadoras de quedada”, dijo Julieta Martínez, directora de Redmin.

Ahora, hay distinciones entre abuso, hostigamiento y violación. La Ruta explica que es abuso sexual “si alguien toca tu cuerpo sin consentimiento”.

Es hostigamiento sexual “si alguien de mayor jerarquía te mira de forma que te incomoda”, si te platica sobre temas sexuales o de tu cuerpo, si te invita a salir insistentemente, si te manda imágenes sexuales o te hace alguna propuesta sexual.

Es violación sexual si la relación sexual fue “sin tu consentimiento”. Aunque no haya sido violento y pareciera que accediste porque “te sientes comprometida, forzada, obligada o amenazada” es violación.

El proceso para las víctimas de violencia sexual es el siguiente:

» Paso 1. Atención. “No es indispensable presentar una denuncia” para acceder a estos servicios:

Atención psicológica
Atención legal. En la Secretaría de las Mujeres o el Instituto de las Mujeres de tu estado, en el Centro de Justicia para las Mujeres. O llama al 911 para que te informen dónde puedes acudir.
Atención médica. En cualquier unidad de la Secretaría de Salud, del IMSS o del ISSSTE

» Paso 2. Denuncia. Acude a una Agencia del Ministerio Público (MP), donde les narrarás lo que ocurrió. Es tu derecho pedir que te asignen a una persona que te asesore jurídicamente. Si estás en riesgo, puedes solicitar “vigilancia y protección policial en tu domicilio” y que se le prohíba al presunto agresor acercarse o comunicarse contigo y tu familia.

Serás valorada por una perito en psicología para determinar cómo te ha afectado la agresión. Dependiendo del caso, es posible que también te hagan una revisión corporal o ginecológica. Luego, tendrás una entrevista con la policía de investigación para que les des los datos necesarios.

» Paso 3. Protección laboral. “Si quieres demandar el pago de tus indemnizaciones y prestaciones por hostigamiento y/o acoso sexual no es necesario que tengas un contrato o que estés registrada ante la seguridad social”, se especifica en la guía.

Acude a la Procuraduría de la Defensa del Trabajo de tu entidad, donde te asesorarán para iniciar la demanda. Tienes un mes para que tramites tu renuncia con derecho a una indemnización a partir de la fecha en que ocurrió la violencia sexual. Y para reclamar las prestaciones que te adeudan, “cuentas con un año a partir de la fecha en que tuvieron que ser pagados”.

Con información de Blanca Juárez, El Economista.

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