Políticas laborales que fomenten el cuidado de la salud mental

La ebullición de las conversaciones en torno a la salud mental en los espacios laborales, sobre todo en el agitado transcurso de los últimos tres años, ha revelado no sólo su vital importancia sino también su inextricable conexión con la prosperidad y sustentabilidad de las organizaciones.

En las etapas precedentes a la pandemia, la salud mental a menudo era relegada a los confines de conversaciones privadas y silenciosas, o a algunas políticas corporativas esporádicas. Hoy es una fortuna que podamos tener conversaciones abiertas y profundas que permitan sustentar, al menos en el argumento, una nueva forma de trabajar y vivir que se acerque más al equilibrio.

Al adentramos en los desafíos que implica el cuidado de este componente fundamental del bienestar integral, es importante desplegar una mirada que entrelace acciones contundentes con empatía y sensibilidad, para crear culturas donde la salud mental sea reconocida, validada, comprendida y proactivamente soportada.

Todos los miembros de una organización, desde el más poderoso CEO hasta el becario más joven, portamos todo el tiempo una rica mezcla de matices emocionales y psicológicos que nos hacen únicos y complejos.

En consecuencia, cuando se ignora o trivializa la importancia de contar con apertura, procesos, políticas y culturas de autocuidado integral, caemos en riesgo de perpetuar un círculo vicioso de estigma y juicio que, en última instancia, causa omisiones y negligencia en el tratamiento profesional de situaciones que podrían ser solucionadas relativamente rápido.

La capacidad de trasladar el diálogo de la salud mental desde un espacio de crisis reactiva hacia una narrativa proactiva, donde el autocuidado y el apoyo mutuo son elementos incrustados en la fibra de la cultura organizacional, es un paso fundamental hacia un futuro laboral más humano.

El desafío: Evolucionar a una cultura saludable
La travesía hacia una cultura corporativa que nutre la salud mental requiere un viaje desde la conciencia hasta la acción tangible. Si bien las políticas de salud mental son fundamentales, su eficacia se entrelaza inexorablemente con las ejecuciones, comunicaciones y rituales constantes que forman la cultura laboral.

Debemos caminar juntos hacia la creación de un entorno que no sólo elimine el estigma, sino que también empodere a cada individuo para abrazar y utilizar recursos de autocuidado sin miedo a la victimización”.

El cambio debe ser contundente y estratégico; debe surgir con determinación en la alta dirección y sustentarse con procesos en cada nivel de la organización. Aquí, los líderes juegan un papel fundamental, no sólo como implementadores de políticas sino como catalizadores de esa utópica cultura que alberga la vulnerabilidad e incentiva el equilibrio.

Pasando a la acción, son necesarias cuatro fases fundamentales:

» 1. Líderes conscientes: El primer paso para romper el estigma

El pilar inicial para construir un entorno de trabajo mentalmente saludable es la introspección. Todo líder debe embarcarse en un viaje de autodescubrimiento, reconociendo y desafiando sus propios sesgos y percepciones respecto a la salud mental. ¿Cómo influencian mis experiencias personales la percepción sobre las diferencias? Es esencial que los líderes utilicen herramientas reflexivas y educativas para desmantelar cualquier sesgo implícito y asegurar que sus decisiones e interacciones estén libres de prejuicios subyacentes.

» 2. Cultivar la curiosidad y la empatía

A medida que se reconocen y abordan los sesgos, se abre un portal hacia la conexión humana genuina mediante la curiosidad y la empatía. Las conversaciones sobre salud mental deben estar inmersas en una autenticidad empática, donde se dé prioridad a escuchar y no a dictar soluciones inmediatas. La exploración curiosa de las experiencias de los colaboradores permitirá que las respuestas no sean basadas en suposiciones, sino que estén arraigadas en una comprensión auténtica de sus circunstancias únicas y necesidades.

» 3. Diseñar estrategias colaborativas

La co-creación de soluciones y estrategias, especialmente cuando involucran la salud mental del trabajador, requiere una aproximación que sea inclusiva y personalizada. El diálogo entre el individuo, los líderes y el departamento de Recursos Humanos es vital para diseñar un plan que sea atinado, respetuoso y efectivamente apoye al individuo mientras se alinea con las metas del equipo. Una estrategia integrada, que mezcle las necesidades del empleado con las capacidades de la organización, garantizará un manejo adecuado y apegado a la legalidad en cada circunstancia.

» 4. Cultura de seguridad psicológica: Un compromiso perpetuo

La seguridad psicológica en el lugar de trabajo no es un destino, sino un viaje continuo. A través de compartir experiencias, normalizar las conversaciones sobre la salud mental y proporcionar un espacio seguro para expresar y explorar desafíos mentales, los líderes pueden fomentar una cultura que no sólo acoja, sino que también celebre la diversidad de experiencias y habilidades. Esta cultura de apoyo perpetuo y desarrollo enfocado en el bienestar está intrínsecamente vinculada a un equipo más fuerte, resiliente y conectado.

Asumamos juntos la urgencia de transformar nuestros espacios laborales en santuarios de apoyo, comprensión y acción. Yo soy un fiel creyente de que es a través de las empresas donde lograremos el cambio más grande. Éste no es un viaje que emprendemos por las cifras, aunque son alarmantes, sino por el palpable impacto humano, afectando la vida, el ánimo y el espíritu de cada individuo en la organización.

Éste es un llamado para transformar nuestra relación con la salud mental en el trabajo, para ir más allá de las políticas y enraizar una cultura que respire empatía, que actúe con entendimiento y que cultive un espacio donde cada mente en su infinita complejidad o rareza es valorada, cada voz es escuchada y cada individuo es visible en su totalidad.

Porque la salud mental, en su rica diversidad de matices y capas, no es simplemente un tema de conversación. Es una acción, un movimiento y, más importante, es la humanidad en su expresión más auténtica y necesaria. La prosperidad de nuestras organizaciones y la felicidad de las personas que las conforman dependen de ello.

Con información de Alejandro Ureña Amieva, El Economista

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