Brechas salariales y de participación laboral entre mujeres y hombres

Este año, el Premio Nobel de Economía recompensa una investigación que desafía las creencias arraigadas sobre la participación laboral de las mujeres, el trabajo realizado por décadas por la estadounidense Claudia Goldin.

Al otorgarle el Premio Nobel de Economía 2023 a Claudia Goldin, la maternidad, el derecho al aborto y el trabajo doméstico y de cuidados han roto la supremacía de las investigaciones económicas tradicionales que han sido reconocidas y galardonadas por años.

En diciembre, en la ceremonia de la entrega del premio, Goldin llegará con su extensa investigación sobre las brechas salariales y de participación laboral entre mujeres y hombres. Su aporte para “nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral” la habrán conducido hasta ahí.

Hay muchas razones para celebrar que sea ella quien reciba el premio quizá más importante a nivel internacional. Para la economista Fátima Masse, la primera es que Claudia Goldin se configura como “un modelo a seguir dentro del área económica”, un referente para mujeres, jóvenes e infancias.

El premio servirá como “un megáfono para el tema de cuidados. Este tema está permeando, cada vez se habla más de esto y vemos a más países que quieren dar el paso hacia un sistema nacional de cuidados. O sea, está ya en la agenda, aunque aún pareciera que no es tan importante”, dice Fátima Masse en entrevista.

Carolina Rivas Herrera, economista y consultora en el sector social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señala dos grandes aportes de Goldin, en ambos refutó ideas establecidas desde la economía tradicional: que la participación laboral de las mujeres no comenzó de cero y desde entonces siempre ha ido en aumento y que el desarrollo económico por sí solo cierra las brechas de género.

Si algo ha demostrado Goldin es que cuando las mujeres tienen hijos o hijas, su participación en el trabajo remunerado disminuye. Y ese es otro gran aporte, dice Carolina Rivas: que se hable de este tema y se haga con datos.

“Cuando yo comparto esa información con amistades que no están en el sector económico o con familiares, me han llegado a decir: ‘Entonces, ¿la solución es no tener hijos’. No, la solución es que las mujeres que decidan ser madres estén acompañadas de condiciones laborales dignas y de políticas públicas que les permitan realizarse en el cuidado y en el ámbito profesional. Y eso también sienta bases muy fuertes para la discusión sobre el aborto legal”, apunta.

El trabajo de cuidados visto por Goldin
Claudia Goldin (Nueva York, 1946) es historiadora económica y economista laboral. Entre los temas de su investigación están “la fuerza laboral femenina, la brecha de género en los ingresos, la desigualdad de ingresos, el cambio tecnológico, la educación y la inmigración”, según el perfil que de ella publica la Universidad de Harvard, donde imparte clases.

Su investigación ha contribuido a desmitificar la idea de que, “conforme hubiera crecimiento económico, las brechas se iban a cerrar”, explica Carolina Rivas, pues las estructuras de mercado laboral perpetúan la exclusión y las malas condiciones para las mujeres.

“Las decisiones laborales y profesionales que toman las mujeres están íntimamente relacionada con la maternidad y con tener hijos, una involucra a la otra”. Goldin ha podido demostrar cómo “tener un hijo está asociado a que caiga la participación de la mujer y caigan sus salarios”, agrega.

Este tipo de estudios ha inspirado otros en diferentes lugares del mundo y ha sentado las bases para una mayor investigación al respecto. Carolina Rivas lo sabe muy bien, pues en 2021 formó parte de un grupo de investigación el cual encontró que en México la maternidad tiene una penalización laboral de hasta 40% menos empleabilidad.

Entonces, el hecho de que la economía mejore no quiere decir que la vida de las mujeres lo haga. “Las implicaciones que tiene la carga desproporcionada de trabajo de cuidados para las mujeres es uno de los puntos cruciales” para entender esto, dice Fátima Masse.

Goldin “alumbra a una situación estructural que nos tiene en estos desequilibrios al interior de los hogares y en el mercado laboral” y, en ese sentido, tratar de resolver este problema, el cual no se resuelve solamente pagando lo mismo a hombres y mujeres que se desarrollan en el mismo puesto, subraya.

Se requieren de varias medidas que se acompañen una a la otra, como un cambio cultural para que los hombres asuman más su responsabilidad de cuidado, ampliar las licencias de paternidad y de maternidad, que las empresas permitan que las personas utilicen estos permisos y, por supuesto, un sistema nacional de cuidados.

La línea en U de la participación laboral
Algo muy interesante en el perfil de Goldin “es que no sólo aborda los temas desde la perspectiva de economía laboral, sino también desde la historia económica”, describe la economista Carolina Rivas Herrera.

Otra de sus grandes contribuciones, agrega, es que refutó postulados de la economía laboral tradicional en torno a que la participación laboral de las mujeres había ido en aumento. Si vemos las gráficas de los últimos 50 años, sí vemos una línea inclinada ascendente.

Pero Goldin fue más allá y amplió el rango de estudio y se fue hasta el año 1800. Esto, desde la investigación y el campo de análisis implicó dos retos: la recopilación de información y su sistematización, apunta Carolina Rivas.

“Tuvo que ir a registros, a censos que estaban escritos a mano, incluso a aquéllos donde no se capturaban datos de mujeres. Por eso, al nombrarla como la ganadora, se ha subrayado su labor un poco de detective para encontrar estos datos e interpretarlos”, detalla.

Después de toda esta investigación, ¿qué descubrió?, señala la economista, “que la participación laboral de las mujeres no se ve como una línea en ascenso, sino como una ‘U’. Esto quiere decir que la participación bajó y luego volvió a subir”.

La disminución se debió al proceso de industrialización, “cuando migramos de estructuras económicas agrícolas a que los empleados tuvieran que ir a las fábricas”. Mientras había que trabajar en la granja familiar, era más fácil que las mujeres laboraran en esos espacios, pues eso les permitía cuidar de los hijos e hijas, explica.

Acudir a un centro de trabajo se vuelve más complicado. “Esto va atado a normas sociales, pues cuando en una familia alguien tiene que salir a trabajar, se decide que la mujer se quede en el hogar, y ciertas reglas institucionales reforzaban esas normas sociales. Claudia Goldin escribió un artículo donde señala que estaba mal visto que las mujeres fueran a las fábricas porque eran lugares sucios”, o al menos las mujeres no racializadas y empobrecidas.

En otro momento de la historia “hubo gran demanda de personal en ciertos sectores, sobre todo los que están relacionados con la salud o el sector servicios, donde hay una presencia intensiva de mujeres”, continúa Carolina Rivas Herrera.

Las normas sociales fueron cambiando a fuerza de las luchas de las mujeres, logrando mayor acceso a la educación, por ejemplo. “Pero también ciertas innovaciones médicas como la píldora anticonceptiva, lo cual les permitió a las mujeres retrasar la edad a la que se casan y son madres y así pueden estudiar carreras de mayor retorno económico, como leyes o medicina”.

Grandes economistas en México
La Economía, como ciencia social, ha ido cambiando su perspectiva gracias a la presencia de más mujeres. Claudia Goldin es por supuesto el gran ejemplo, lo fue por muchos años para Carolina Rivas Herrera y para Fátima Masse. Pero ellas también son referencia para otras mujeres.

Carolina Rivas decidió estudiar esta disciplina para encauzar algo muy personal. “Mi mamá dejó de trabajar cuando nací porque no me adapté a la guardería. Ella es una persona brillante”, pero tuvo que salir del mercado laboral por el cuidado de una bebé que ahora es una joven con varias investigaciones importantes en las que se deja atravesar por esta experiencia.

“Como economista, sí noto un cambio radical. No me considero muy grande, pero es que yo estudié en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), que es una universidad que ofrece un programa súper numérico, abstracto, y cuando estudié sí me tocó ser la única mujer en algunas clases. Y ya desde ahí notabas una predilección por ciertos estudiantes que podrían ser los posibles doctores, así, en masculino”, expresa.

Mientras haya más mujeres economistas e investigadoras será más fácil “construir puentes para mejorar la comunicación, como traducir lo que dice un paper académico a lo que podrían leer nuestras mamás, nuestras amigas que estudiaron algo completamente diferente”, dice Carolina Rivas, o al menos, eso es lo que ella está impulsando.

Con información de Blanca Juárez, El Economista.

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